Gregorio Vardanega trabajó en vidrio acrílico y con cables superpuestos para hacer estructuras. También trabajó con el
arte cinético; sus obras de arte en este medio son sus expresiones más famosas. Estaba fascinado con el movimiento, luces de colores y su interacción con dibujos geométricos y esculturas cinéticas. Él consideraba que su trabajo era arquitectónico en esencia y esperaba que sus torres de luces, metal y vidrio se convirtieran en grandes piezas de instalación en el futuro. Su arte muestra atención al paisaje urbano y cómo podría ser transformado a través del arte. Una de las piezas más reputadas de Gregorio Vardanega es “Tour Orthogonale, 1987”; un
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Gregorio Vardanega trabajó en vidrio acrílico y con cables superpuestos para hacer estructuras. También trabajó con el
arte cinético; sus obras de arte en este medio son sus expresiones más famosas. Estaba fascinado con el movimiento, luces de colores y su interacción con dibujos geométricos y esculturas cinéticas. Él consideraba que su trabajo era arquitectónico en esencia y esperaba que sus torres de luces, metal y vidrio se convirtieran en grandes piezas de instalación en el futuro. Su arte muestra atención al paisaje urbano y cómo podría ser transformado a través del arte. Una de las piezas más reputadas de Gregorio Vardanega es “Tour Orthogonale, 1987”; una torre colorida de aluminio, plexiglás y un motor. Otra es “Multiplication Electronique II, Ed. 2, 1966” hecha de plexiglás, madera, bombillas y un motor. Se asocia a Gregorio Vardanega con otros artistas cinéticos, incluyendo a su esposa,
Martha Boto, y sus amigos,
Carlos Cruz-Diez y
Jesús Soto.
Boto y Vardanega llamaron “cromocinetismo” al tipo de investigación artística que estaban haciendo. Esto refleja su interés y el de la sociedad de entonces, en el espacio ultraterrestre, la exploración científica, las cosas desconocidas, y cómo el movimiento, luces, colores y su arte podría reflejar esas fuerzas sociales. Los dos se mantuvieron en contacto con artistas argentinos desde el grupo Arte Nuevo y MADI cuando Gregorio Vardanega regresó a vivir a París en 1959, que fue también el año en que conoció a
Martha Boto.
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