El enigma del experimento tecnológico con el arte contemporáneo: un viaje pionero y mercurial
By Andrew Bay, UK
A medida que nos adentramos en el siglo XXI, se podría decir que la única constante aparente en el mundo del arte de las últimas cuatro décadas ha sido el cambio tecnológico. La aparición de nuevas formas de arte y tecnologías ha propiciado claramente esta transformación continua. En esta era digital y en constante cambio ha surgido un nuevo panorama artístico contemporáneo, muy diferente de las formas artísticas clásicas, que en su día fueron el bastión de valores y técnicas inamovibles.
Las formas de arte tradicionales están principalmente asociadas con convenciones artísticas clásicas como la pintura, la escultura y el dibujo, que tienden a enfatizar la representación y el realismo. Por otro lado, el arte contemporáneo se ha caracterizado por adoptar nuevas formas de medios y tecnología. Abraza instalaciones interactivas y multimedia, así como obras de arte digitales que fusionan los límites entre el arte, la ciencia y la tecnología.
Desde la aparición de Internet, a mediados de los años 90, la tecnología ha sido una fuerza impulsora y ha desempeñado un papel significativo en la evolución del arte contemporáneo. El surgimiento de plataformas, dispositivos y medios digitales ha contribuido notablemente a la democratización y la difusión del arte a públicos de todo el mundo de nuevas e innovadoras maneras.
Las cámaras y los programas de edición informáticos, sumados a las redes sociales, han creado nuevas vías para que los artistas creen y difundan sus obras de forma más fácil y asequible. El acceso al arte desde prácticamente cualquier lugar del mundo se ha generalizado, con plataformas en línea como Instagram y Facebook, que son herramientas esenciales para que los artistas compartan su trabajo, se pongan en contacto con otros artistas y curadores y consigan su propio público.
En el siglo XIX, la influencia de la tecnología en el desarrollo de la fotografía fue determinante. La invención de la cámara permitió a los artistas y a la ciudadanía captar imágenes realistas del mundo que les rodeaba de una forma que hasta entonces había sido imposible. Aunque al principio se consideraba un proceso meramente mecánico, la fotografía se convirtió en una forma creativa de pleno derecho y artistas como Man Ray y Edward Weston utilizaron este medio para componer imágenes abstractas y surrealistas. Nuevos movimientos artísticos, como el realismo y el impresionismo, también intentaron captar el mundo de una forma más precisa e inmediata gracias a la tecnología fotográfica.
En el siglo XX, el desarrollo del arte en vídeo fue posible gracias a los importantes avances de la tecnología de vídeo.
Esta técnica nació del deseo de crear un arte que trascendiera las limitaciones de las imágenes estáticas, un arte que permitiera a los artistas manipular el espacio y el tiempo de un modo que hasta entonces había sido imposible. Artistas como Bill Viola y Nam June Paik utilizaron el videoarte para crear instalaciones envolventes mediante una combinación de paisajes sonoros y varias pantallas. Estas nuevas tecnologías les permitieron explorar temas como la identidad, el activismo político y la cultura contemporánea, creando obras cautivadoras desde el punto de vista visual e intelectual.
No cabe duda de que la tecnología digital ha ampliado aún más las posibilidades de hacer arte, desde las imágenes generadas por ordenador hasta la experimentación con algoritmos, código de software y big data. Los artistas tienen ahora la posibilidad de crear obras que ya no están limitadas por las restricciones físicas de las formas artísticas tradicionales. Podemos ver ejemplos de este nuevo enfoque en la obra del artista mexicano-canadiense Rafael Lozano-Hemmer y sus representaciones tecno-teatrales interactivas; en una línea similar, Super Mario Clouds (2002), del artista conceptual digital estadounidense Cory Arcangel, manipuló el código del videojuego clásico Super Mario Bros. para crear una obra de arte nueva y abstracta.
Con el uso de la realidad virtual y aumentada, así como de obras de arte interactivas que responden a los movimientos del espectador, las producciones generadas por ordenador han transformado nuestra forma de percibir el arte. Las instalaciones de realidad virtual de The VR Museum of Fine Art, por ejemplo, permiten a los espectadores recorrer obras de arte famosas en un entorno virtual 3D. Esto supone un nuevo nivel de participación e interactividad para el público de una galería de arte, aunque no sea física. Y los visitantes de Rain Room, de Random International, vivirán en primera persona la experiencia única de atravesar una tormenta simulada sin mojarse, gracias a un ingenioso sistema de sensores de movimiento y bombas de agua que los mantiene completamente secos.
Las plataformas en línea como Etsy, Art Finder y Saatchi Art, que permiten a los artistas vender sus obras directamente a coleccionistas y compradores, han supuesto un cambio radical en la forma en que el arte se introduce en el mercado. Las redes sociales también desempeñan un papel cada vez más importante en el crecimiento de los canales de distribución en los mercados. Sin embargo, también conllevan el problema añadido de sortear complejas leyes de derechos de autor y la mayor probabilidad de que una obra original pueda ser objeto de plagio, o utilizada sin el permiso del artista. La cuestión de lo que constituye una obra de arte original y el valor de la autenticidad seguirá siendo un tema muy debatido en el mundo del arte. Si un artista crea una obra digital que puede replicarse con facilidad, ¿pierde su valor como creación única y exclusiva? Estas cuestiones siguen debatiéndose y es probable que continúen siendo un tema de debate a medida que la tecnología siga evolucionando.
En general, está claro que la tecnología ha abierto nuevas oportunidades a la expresión artística. A medida que siga avanzando, es muy probable que veamos a más artistas utilizar herramientas y técnicas digitales. Sin embargo, la tecnología también planteará nuevos retos al mundo del arte, sobre todo en lo que respecta a la definición del valor y la autenticidad del arte contemporáneo, y cómo pueden protegerse de prácticas comerciales poco limpias y del fraude digital en materia de propiedad intelectual.